Juan 13,31-33
"Cuando Judas salió, dijo Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre, y Dios ha sido glorificado en Él. Si Dios ha sido glorificado en Él, también Dios lo glorificará en sí mismo, y lo glorificará pronto. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros»."
Introducción: El mandamiento del amor
El mandamiento del amor que Jesús nos deja en este Evangelio es al mismo tiempo un don y una tarea.
Es un regalo porque surge del mismo corazón de Cristo, y una invitación constante a vivir a imagen de su entrega incondicional.
Así, el amor se convierte en el sello distintivo de nuestra vida cristiana. Que este momento de oración y reflexión abra nuestros corazones para recibir este mensaje que transforma vidas.
Oremos juntos: Señor Jesús, que en cada palabra tuya encontramos el camino, la verdad, y la vida; te pedimos que ilumines nuestra mente y dispongas nuestro corazón para vivir plenamente tu mandamiento del amor. Inspíranos a ser reflejo de Tu amor en el mundo, y haznos reconocer en cada uno de nuestros hermanos tu rostro. Amén.
1. Jesús nos llama a amar de manera incondicional y entregada
El mandato de amar "como yo os he amado" es radical, porque nos invita a mirar cómo fue el amor de Jesús: un amor dispuesto a sacrificarse, a darlo todo y a no reservar nada para sí mismo.
Este amor no mide ni calcula; es puro don. Jesús no nos pide un amor cualquiera, nos llama al amor perfecto, que se nos revela plenamente en la Cruz.
En Isaías 53 podemos ver un reflejo de este amor: el Siervo sufriente carga con nuestras culpas y se entrega para que tengamos vida. Eso mismo hace Jesús: Él nos ama en nuestra fragilidad, incluso cuando somos infieles. Este llamado suyo nos invita a replantear cómo amamos a los demás, a preguntarnos si nuestro amor es inquebrantable y generoso como lo es el suyo.
2. El amor cristiano se convierte en el mayor testimonio de nuestra fe
Jesús asegura que el amor entre sus discípulos será la señal por la cual el mundo sabrá que pertenecemos a Él. Este amor auténtico, más que cualquier palabra o gesto externo, es lo que da credibilidad a nuestra fe. Cuando vivimos el mandamiento del amor, nuestro testimonio puede tocar los corazones más cerrados y abrirlos a la presencia de Dios.
Nos lo recuerda también el salmista en el Salmo 133: "¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos!".
La unidad basada en el amor no solo fortalece a la comunidad cristiana, sino que también se convierte en una luz que atrae a los demás al Evangelio. Cuando amamos como Cristo, el mundo descubre un modo diferente de vivir, guiado por la misericordia y el perdón.
3. Amar como Cristo requiere salir de nosotros mismos
El amor que Jesús nos muestra tiene un componente esencial: salir de nosotros mismos. Jesús lavó los pies de sus discípulos en un acto de servicio humilde y nos enseña que el amor real no se reduce a palabras bonitas, sino que se convierte en acción concreta, en servicio alegre y desinteresado.
Este llamado a servir nos desafía a romper con nuestro egoísmo y nuestras comodidades.
Recordemos la Palabra en Levítico 19,18: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo".
A este mandamiento antiguo, Jesús añade una nueva dimensión: amar como Él, incluso a aquellos que no son cercanos, aquellos que nos cuesta aceptar. Ese amor que se dona sin reservas nos transforma y nos lleva a experimentar el gozo verdadero.
Ideas de compromisos personales
Dedicar tiempo a escuchar y acompañar a alguien que esté pasando por una dificultad, manifestando un interés genuino y gratuito por su bienestar.
Realizar una obra concreta de servicio en la comunidad parroquial o entre las personas más necesitadas, siguiendo el modelo de humildad de Jesús.
Rezar cada día por aquellos con quienes convivimos, especialmente por quienes nos cuesta más amar, pidiendo a Dios un corazón abierto para ver en ellos a un hermano en Cristo.
Oración final
Señor Jesús, que nos amas hasta el extremo, ayúdanos a seguir tus pasos en el mandamiento del amor. Danos un corazón semejante al tuyo, capaz de amar sin límites, perdonar sin condiciones y servir con alegría. María, Madre del Amor Hermoso, enséñanos a amar como tu Hijo nos ama, y que el Espíritu Santo sea siempre nuestra guía en este camino de donación y unidad. Señor, que nuestro testimonio como discípulos tuyos transforme corazones y construya un mundo donde reine tu paz. Amén.
Share this post