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Evangelio del viernes 18 de abril de 2025
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Evangelio del viernes 18 de abril de 2025

Viernes Santo

Juan 18,1-19.42

En aquel tiempo, después de cenar con sus discípulos, Jesús salió con ellos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron en él Jesús y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el lugar, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Entonces, Judas tomó una cohorte de soldados y algunos guardias de los sumos sacerdotes y fariseos, y entró allí con linternas, antorchas y armas.

Jesús, sabiendo todo lo que iba a suceder, se adelantó y les dijo:

"¿A quién buscan?"

Le contestaron:

"A Jesús, el Nazareno".

Les dijo Jesús:

"Yo soy".

[Este pasaje del Evangelio sigue narrando la Pasión y Muerte de Cristo, desde su arresto hasta su sepultura. Por la longitud del texto, se invita a leer completo el relato previamente, participando con devoción y gratitud por el sacrificio de Jesús.]


Introducción: La cruz es la expresión suprema del amor de Dios

En este día santo, el silencio y la contemplación nos envuelven frente al misterio de la cruz. El Evangelio nos lleva a meditar la Pasión de Cristo, el camino de sufrimiento y entrega que Jesús asumió por amor a nosotros.

En su cruz encontramos el signo más grande del amor de Dios, que entrega a su Hijo para redimirnos y reconciliarnos con Él.

Hoy, Viernes Santo, reconocemos que su sacrificio es por nuestra salvación. Que esta contemplación de la cruz nos acerque más al corazón de Jesús, transformándonos con su perdón y su misericordia.

Pidamos al Señor que nos conceda profundizar en el misterio de su amor redentor y unirnos a Él en nuestra fragilidad y sufrimientos.


1. El sacrificio de Cristo es por amor

Cada paso de la Pasión –la traición, el abandono, los azotes, la cruz– revela la inmensidad del amor de Jesús por nosotros.

Cristo aceptó este dolor no por obligación, sino con la plena conciencia de que su entrega era el único camino para la redención de la humanidad. "Nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Juan 15,13).

Jesús, el Hijo de Dios, nos llama a reconocer en esa cruz su entrega gratuita, que confirma que no hay límite para el amor divino.

El profeta Isaías ya había anunciado: "Él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros pecados; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos curados" (Isaías 53,5).

Frente a la cruz, no podemos permanecer indiferentes. Este día, al contemplar este acto supremo de amor, estamos invitados a reflexionar: ¿cómo corresponde mi vida a este amor que lo dio todo por mí?


2. Contemplar la cruz como fuente de esperanza, perdón y misericordia

La cruz, que para muchos es símbolo de derrota, se convierte en la fuente de nuestra esperanza, pues desde allí Jesús proclama el perdón y abre las puertas de la vida eterna.

Sus palabras, "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" (Lucas 23,34), resumen el corazón de su misión: ofrecernos su misericordia para que, a través de ella, podamos ser transformados y renovados.

Contemplar la cruz no es solo recordar el sufrimiento de Cristo, sino reconocer su victoria sobre el pecado y la muerte.

Desde el madero, surge una invitación a dejar atrás nuestras culpas y a confiar en el poder sanador de su amor.

Hoy es un día para acercarnos con humildad a la cruz, dejar allí nuestros errores y cargar con nosotros mismos el perdón que brota de ella, sabiendo que su misericordia nos restaura y nos llena de nueva vida.


3. Unir nuestros propios sufrimientos a los de Cristo

Jesús, en su más profundo sufrimiento, conoce nuestras propias cargas: nuestras angustias, pérdidas y dolores.

En esta unión con sus sufrimientos, encontramos un llamado: cargar nuestra cruz diaria no con resignación, sino con la esperanza que brota de saber que nuestra carga es redimida por Él. "Venid a mí, todos los que están cansados y agobiados, y yo os aliviaré" (Mateo 11,28).

Unir nuestro dolor a Cristo significa reconocer que incluso nuestras pruebas pueden tener un valor redentor cuando las ofrecemos a Dios.

Su cruz nos enseña que el sufrimiento no tiene la última palabra; la tiene el amor. Este Evangelio nos desafía a abrazar nuestras cruces y a ver en ellas la obra de Dios para construirnos en fortaleza, fe y confianza.

¿Estamos dispuestos a ofrecerle al Señor nuestras penas, confiando en que, unidos a su Pasión, nuestras vidas alcanzarán plenitud en su Resurrección?


Ideas de compromisos personales

  1. Dedicar un tiempo hoy para contemplar y meditar la cruz, pidiendo al Señor que nos permita descubrir en ella el amor y la esperanza que nos trae la salvación.

  2. Ofrecer un sufrimiento personal o una dificultad concreta al Señor, uniéndolo a su Pasión, confiando en el poder redentor de su amor divino.

  3. Realizar un acto de misericordia o reconciliación, buscando reflejar el perdón y la compasión de Jesús hacia quienes más lo necesitan en nuestro entorno.


Oración final

Señor Jesús, en este día santo contemplamos tu cruz, la expresión más sublime de tu amor infinito por nosotros. Ayúdanos a reconocer en tu Pasión el precio de nuestra redención, y transforma nuestro corazón para corresponder con gratitud a tu sacrificio. Enséñanos a abrazar nuestras propias cruces con esperanza y confianza, sabiendo que en tu amor encontramos fuerza y redención. Virgen María, tú que estuviste al pie de la cruz, acompáñanos en este camino de entrega y enséñanos a fijar siempre nuestra mirada en tu Hijo, que vive y reina para salvarnos. Amén.

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