Lucas 22,14-23,56
Cuando llegó la hora, Jesús se puso a la mesa con los apóstoles y les dijo:
"Ardientemente he deseado comer esta Pascua con ustedes antes de padecer, porque les digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el Reino de Dios". Y, tomando una copa, dio gracias y dijo: "Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios".
Tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo:
"Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía". Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo:
"Esta copa es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por ustedes".
[Se omite aquí una parte del pasaje por motivo de su extensión, pero se continúa posteriormente con la narración de la Pasión].
"Llegaron al lugar llamado ‘Calvario’, y allí lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y otro a su izquierda. Jesús decía: ‘Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen’".
Era ya como la hora sexta y se oscureció toda la tierra hasta la hora nona; el velo del templo se rasgó por la mitad, y Jesús, clamando con voz potente, dijo: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Y dicho esto, expiró.
El centurión, al ver lo ocurrido, glorificaba a Dios diciendo: "Realmente, este hombre era justo".
[Se invita a la comunidad a leer previamente el Evangelio completo, ya que por ser extenso no puede ser transcrito aquí en su totalidad].
Introducción: Caminemos con Cristo hacia la Cruz
Hoy, Domingo de Ramos, comenzamos la Semana Santa acompañando a Jesús en su entrada triunfal a Jerusalén, pero también nos sumergimos en la profundidad de su Pasión.
El Evangelio nos invita a caminar con Cristo hacia la Cruz, viviendo con Él este misterio de entrega total por amor. Jesús nos muestra que su pasión y muerte no son un fracaso, sino el camino que nos abre la puerta a la redención.
No sigamos este relato como simples espectadores; al contrario, contemplemos con fe y gratitud el amor infinito que nos salva.
Oremos juntos: Señor, abre nuestro corazón para vivir esta Semana Santa contigo, acogiendo la Cruz como el sello del amor que da vida y esperanza.
1. La Última Cena como preludio de su sacrificio por amor
Antes de enfrentar el sufrimiento de la Pasión, Jesús celebra la Última Cena con sus discípulos, un gesto que es a la vez memorial y promesa.
En ese momento, Jesús entrega su Cuerpo y su Sangre, instituyendo la Eucaristía como el regalo más profundo de su amor, un anticipo de su sacrificio en la Cruz. Jesús no solo nos deja un alimento espiritual, sino una forma de permanecer con nosotros para siempre: "Hagan esto en memoria mía".
Este acto de entrega nos recuerda el paso del Cordero Pascual en el Éxodo, sellando la alianza de Dios con su pueblo (Éxodo 12), pero ahora llevado a su plenitud en Cristo, el Cordero que quita el pecado del mundo.
Cada vez que participamos de la Eucaristía, renovamos nuestra fe en este amor total y nos unimos a su sacrificio por la salvación de la humanidad. ¿Cómo vivimos este don de la Eucaristía? ¿Nos dejamos transformar por el amor de Jesús que se entrega libremente por nosotros?
2. La fidelidad de Cristo incluso en medio del sufrimiento y la traición
El relato de la Pasión nos muestra la fidelidad inquebrantable de Jesús al plan de salvación del Padre, incluso en medio de la traición, el abandono y el dolor físico más extremo.
Pedro, que había prometido no negar a Jesús, lo abandona. Judas lo entrega por unas monedas. Pero Jesús, aun siendo traicionado y humillado, se mantiene firme en su misión.
En cada paso de su Pasión, Cristo nos enseña lo que significa el amor verdadero: un amor que persevera en medio de la prueba, porque está arraigado en Dios.
Este acto de fidelidad también nos interpela en nuestras propias dificultades. Cuando enfrentamos el rechazo, la incomprensión o el sufrimiento, Jesús nos llama a permanecer fieles, confiados en que no estamos solos, porque Él camina con nosotros.
Como dice el profeta Isaías: "El Señor Dios me ayuda, por eso no quedaré confundido" (Isaías 50,7).
¿Qué aspectos de nuestra vida necesitan más firmeza y confianza en Dios?
3. Confiar en que su Cruz nos conduce a la Resurrección
La Cruz de Cristo no es el final de la historia, sino el camino que nos conduce a la Resurrección. Contemplar a Jesús en su Pasión es tanto un llamado a participar en su sufrimiento, como una invitación a reconocer que, con Él, el dolor y la muerte no tienen la última palabra.
A través de la Cruz, Jesús nos enseña el valor del sacrificio y la esperanza que brota de la fe en la victoria de Dios.
El centurión romano, que al final de este Evangelio reconoce que Jesús "realmente era justo", nos recuerda que la Cruz es un testimonio que transforma.
Cuando nos unimos a Cristo en su Pasión, no solo somos testigos de su amor, sino que también somos llamados a llevar su esperanza al mundo. Caminemos con Jesús hacia esta Semana Santa con la confianza de que su Cruz nos llevará a la gloria de su Resurrección.
Ideas de compromisos personales
Participar plenamente en las celebraciones litúrgicas de esta Semana Santa, especialmente el Triduo Pascual, uniendo nuestras propias cruces con la Pasión de Cristo.
Dedicar un tiempo en meditación ante el Crucifijo, agradeciendo el amor de Jesús que entregó su vida por nuestra salvación, y pedirle la fortaleza para ser fieles en nuestras pruebas diarias.
Hacer un gesto concreto de reconciliación, perdón o servicio hacia alguien cercano, siendo un reflejo del amor sacrificado de Cristo en nuestra vida cotidiana.
Oración final
Señor Jesús, que en esta Semana Santa podamos caminar contigo hacia la Cruz, contemplando con gratitud el amor que te llevó a entregarte por nuestra salvación. Ayúdanos a permanecer fieles ante el sufrimiento y las pruebas, confiando en que tu Cruz es el camino hacia la Resurrección. Virgen María, Madre del Dolor, acompáñanos en este camino de fe, enséñanos a acoger con humildad el sacrificio de tu Hijo y a vivir guiados por su amor. Amén.
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